Por sus polémicas declaraciones el nuevo presidente de Brasil es conocido como el Donald Trump de Sudamérica.
Foto: Miguel Schincariol / AFP
La década de los setentas del
siglo XX, escribió una fuerte historia militarizada en países como Brasil, Argentina,
Uruguay entre otros, sin embargo, en el presente la repetición de estos hechos podrían
ser la nueva atmosfera política.
Los recientes
acercamientos del hijo del presidente de Brasil, en Washington ya diseñan los
intereses políticos y económicos que posiblemente llenen la agenda gubernamental
de Brasil en la “era Bolsonaro”.
Escrito
por: Ronnie Huete S.
Periodista
internacional
Washington DC, 7 de enero
de 2019. Con la
reciente toma de posesión del presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, Latinoamérica
vuelve a recordar la era de los años setenta del siglo pasado.
Una
fuerte parte de la población brasileña mantiene la opinión que el discurso de
Bolsonaro, se asemeja al contexto de los presidentes que gobernaron bajo el
contexto de las dictaduras militares.
La
historia latinoamericana describe que estos presidentes mantenían una política de
terror contra los ciudadanos brasileños que se oponían a sus decisiones
gubernamentales.
Desapariciones,
torturas, encarcelamientos injustificados, en fin, una serie de variables
sociales que situaban a Brasil del siglo pasado como un país irrespetuoso de
los derechos humanos.
Todos
estos datos son de fácil acceso en diversos medios escritos de la época o la
internet, sin embargo, aunque está información es de acceso público, la pregunta
colectiva en otras regiones del mundo es; ¿Como ganó Bolsonaro?
El
éxito de la enajenación de las masas, a través de informaciones falsas o la construcción
de realidades adversas a las que algunos medios de comunicación masivos internacionales,
construyen, es un método que ha mantenido una manipulación mental entre los
receptores.
Hacer
creer que un discurso basado en conceptos religiosos, interpretados según sus
intereses políticos, alejados de un claro aporte a la realidad tangible de
Brasil, alejan a sus ciudadanos de la abstracción del pensamiento, es el método
de dominación de las masas en el contexto del nuevo orden mundial.
La
difusión que hacen algunos medios de comunicación, al servicio de quienes
diseñan la realidad en un determinado Estado, es en base a un sentido común predominante,
sin destellos de lucidez y contexto académico que puedan indagar en propuestas
congruentes a las falencias que penetran con fuerza a una nación.
Brasil,
cuya nación es referente de Latinoamérica, por su producción industrial y
riqueza natural, sus habitantes con constantemente víctimas de las publicaciones
que agendan los monopolios mediáticos que rigen con su verdad.
Verdad
mediática que fue colocada en una disyuntiva entre el bien y el mal, siendo el
bien todo lo que representa los mandatos de un “dios” que ama la rigidez y el
dinero, y siendo el mal todo lo que cuestiona a este “dios”.
Basado
en esta disyuntiva del discurso, Bolsonaro inició y finalizó su campaña política,
convenciendo a millones de brasileños con su discurso religioso, lleno de
oprobios y contradicciones personales para alguien que abiertamente está a
favor de la tortura.
Las
etiquetas de las políticas encasilladas en sus ideologías no empujaron con
fuerza en la deslegitimación de este discurso, que claramente no hizo claros
aportes en un nuevo diseño económico, en pro del mejoramiento de Brasil.
Ambos
bandos políticos se concentraron en dirigirse a una población enajenada, víctima
del engaño mediático que mantiene la ilusión social en Brasil, en vez de despertar
a estos ciudadanos, que aun duermen bajo los efectos del gas producido por la disuasión
del mensaje.
Brasil
inicia una nueva era en su historia, “la era Bolsonaro” cuyo apoyo
internacional y los acercamientos con Washington, designan los nuevos destinos
de la potencia sudamericana.
Y
esta era comenzó sus acercamientos con Washington, tal como lo publican algunas
agencias de prensa internacional que difunden los seguidos acercamientos del
hijo del nuevo presidente de Brasil, Eduardo Bolsonaro con funcionaros de peso del
gobierno estadounidense de Donald Trump.
Ejemplo
de estas publicaciones en relación con las visitas que el hijo de Bolsonaro realiza
en Washington, es la que hizo la Agencia Italiana de Noticias (Ansa-Latina), la
que describe que la secretaria de Estado adjunta se reunió con Eduardo
Bolsonaro, mientras el Consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos John
Bolton, viajaba a Brasil.
Según
las declaraciones emitidas por el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, las
conversaciones que efectuó su hijo Eduardo Bolsonaro, quien también funge como diputado,
fueron en relación con posibles acuerdos bilaterales sobre delitos financieros.
El
nepotismo en ciertos gobiernos del continente americano es un reflejo de la extensión
del poder para aferrarse como una espiral de influencias interminables, pese a
que este precepto violenta los códigos de ética, que mantienen el equilibrio en
los designios de un Estado.
Los desequilibrios del poder, cuyo
vientre de formación y comportamiento provienen del amor al dinero, es una
posible línea estratégica que mantendrá la nueva administración brasileña.
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