Centroamericanos intentando pasar por la frontera entre Tijuana y Estados Unidos. Foto: Joel Guardado |
La caravana de inmigrantes
centroamericanos que se encuentra varada en México aguarda con la esperanza de
poder solicitar un asilo en los Estados Unidos, mientras que cierta población centroamericana
que ya esta “en el país de los sueños” lucha contra las vicisitudes de la era
de Donald Trump.
Escrito
por: Ronnie Huete S.
Periodista
internacional
Washington DC 30 de
noviembre de 2018. 25
años han pasado, desde que “Zabala” abandonó su vida en una paradisiaca montaña,
situada en el departamento de Comayagua en Honduras.
“Zabala”
es el nombre con el que conoceremos en está historia, a este hondureño que, con
tan solo 17 años, emigró hacía los Estados Unidos de América (EUA).
Su
verdadero nombre no se revela por razones de seguridad, pese a que vive en una ciudad
santuario, como se le conocen a las ciudades en donde los inmigrantes sin documentación
son protegidos. Washington D.C es una de esas ciudades.
“Viajé
a los Estados Unidos de América, solo, primero emigre hacía El salvador, Guatemala
y México. Decidí hacer este viaje porque quería mejorar mi vida, pero la realidad
en los Estados Unidos fue otra”.
Con
42 años, Zabala ha trabajado en el ramo de la construcción, entre otros oficios
que no sabía hacer, pero al momento de estar en EUA, fue atraído por la gastronomía.
“En
Honduras me dedicaba a la agricultura, desde que tenía 5 años comencé a trabajar
la tierra, ya que en mi lugar la costumbre es así para poder comer, mis padres me
enseñaron a trabajar la agricultura”. Describió Zabala, quien asegura que solo los
primeros 4 años de su vida conoció como niño, ya que el resto lo dedico al
trabajo.
Nuevos
ciudadanos
En
EUA procreo tres hijos, la menor es una niña de 8 años. El amor hacia su hija lo
mantuvo fuerte en uno de los peores momentos de su vida.
Ser
deportado en los EUA es una maldición que persigue a los inmigrantes, Zabala
fue envuelto por esta maldición, por el simple hecho de no tener documentación para
trabajar en la “nación de los sueños”.
Fue
retornado a Honduras, “sentí que nunca volvería a ver a mi hija, quien tenía
tres años en ese momento, cuando me deportaron a Honduras, los militares me
trataron como un delincuente, cuando mi vida solo la he dedicado a trabajar.
“El
amor que siento por mi hija me hizo regresar al norte” señaló Zabala con una
mirada que lo hizo viajar a ese fatídico 2013.
El
padre de familia se sintió mal tratado en Honduras, cuando fue deportado, lo
miraban con desprecio, como si hubiese cometido un crimen, el afectado describe
que no se sintió parte de ese país.
“No
estuve ni una semana en Honduras, y decidí emprender el peligroso viaje hacia
el norte, estaba dispuesto a todo hasta conseguir estar con mi hija”.
Secuestro
En
el transcurso del viaje, Zabala se encontraba en México y narra que fue
secuestrado por una banda criminal conocida como “Los Zetas”. Sus sueños fueron
secuestrados por un tiempo.
El
Cartel de los “Zetas” fue una organización criminal mexicana, que utilizaba el
terrorismo para el tráfico de personas entre otros ilícitos que mantenían en constante
peligro a los ciudadanos mexicanos. Generalmente secuestraban a quienes inmigraban
hacia los EUA. Funcionó de 1999 hasta en 2018.
Seguido
del secuestro, “los Zetas” comienzan a llamar a los familiares de los que
tienen secuestrados, para demandar fuertes cantidades de dinero y para de esta
forma mantener con vida a los que mantienen cautivos.
En
ocasiones, esta banda criminal se dedicaba a mutilar los órganos de sus victimas
y poner en práctica distintas torturas.
“Me
secuestraron “los Zetas” y mientras estuve en su poder, me decían que tenía que
trabajar para ellos, entonces me obligaron hacer todo lo que ellos me decían, a
costa de mantenerme con vida.
La
entrevista se detiene, “Zabala” me pide un momento, respira y se para del lugar
en donde estábamos, los recuerdos escabrosos de cuando era prisionero de “los Z”
se apoderaron de su mente.
Huyendo
de la muerte
No
quiso hablar más de esa maligna experiencia, y comenzó a hablar de su hija, puesto
que el amor a ella, lo mantuvo con la fuerza para poder escapar de sus captores.
“logre
esconderme en un pantano de una de las fronteras, perdí la noción del tiempo,
estuve ahí sin hacer nada de ruido, fui atacado por las picaduras de unas hormigas
en todo mi cuerpo, era una tortura, pero lo soporte, para que la migración no
me capturara”
Según
las descripciones de “Zabala” dejo de sentir su cuerpo por las fuertes mordeduras
de las hormigas, pero así pudo seguir su viaje para encontrar a su hija de 3 años.
Cuando
el hondureño estaba en el desierto los cactus salvaron su vida, puesto que
fueron su único medio de alimentación e hidratación.
“No
recuerdo la hora que era, pero escuche el ruido de helicópteros y camionetas
que estaban cerca, la migra! Pensé de inmediato. Como pude, me enterré por debajo
de la arena del desierto, haciéndome pasar por muerto, no hice nada de ruido para
que la policía fronteriza no pudiera encontrarme”.
Después
de lograr escapar de está adversidad, en su tenebroso viaje, “Zabala” conoció a
un mexicano quien le ayudo en su camino, puesto que no sabia en donde se encontraba.
“Este
amigo me enseñó un camino por donde pasaba la “bestia” (tren de carga), y pude subirme a él. Pensé que moriría, pero mi
pensamiento era ver nuevamente a mi hija.
Amor
paternal
Ese
amor a su hija hizo que “Zabala” entrara nuevamente a los Estados Unidos, y que
su macabro recorrido finalizara.
Nuevamente
en esta nación del norte, comenzaba su vida junto a su hija, pero menciona que
la situación ha ido empeorando, conforme han cambiado los gobiernos.
“Yo
no le tengo miedo a Donald Trump, desde que vine a este país, solo he trabajado,
no soy ningún delincuente como Trump dice”
El
discurso de odio del actual presidente de EUA ha provocado temor entre algunos inmigrantes,
pero “Zabala” es del pensar que la actitud de los inmigrantes contra estos insultos
debe ser de lucha y seguir aportando a la economía de este país. Pero la mayoría
de los inmigrantes sin documentos, sienten que sus sueños han sido secuestrados,
por el agobiante ritmo de vida que llevan y ahora por la nueva era de Trump.
Al
finalizar la entrevista, “Zabala” afirma que estaría dispuesto a retornar a su
país, sobre todo a su verdosa montaña, en donde trabajaría la tierra nuevamente,
pero por en cuanto el amor a su hija, aun lo mantiene perseverando las adversidades
que se presentan en la era de Donald Trump.
Datos
oficiales revelan que la población latinoamericana en los Estados Unidos alcanzó
hasta en 2017 los 58,9 millones de personas.
Agonizante
democracia
Una
reciente investigación del Centro Nacional de Investigaciones sobre Niños y Familias
Hispanas más de 4 millones de niños latinos nacidos en los Estados Unidos
tienen al menos un padre indocumentado y viven con el riesgo de su deportación.
Pese
a que los latinoamericanos que viven y trabajan en los Estados Unidos, hacen
fuertes aportes económicos al desarrollo de este país del norte, el discurso de
la apología del odio que utiliza el actual gobernante Donald Trump, no
vislumbra un panorama halagador para los latinoamericanos.
Y
es que las declaraciones violentas del mandatario estadounidense, ante la
prensa internacional y sus redes sociales a despertado una nueva apología del
odio, contra todo lo que no sea “euro descendiente asirio”.
Maestros
de escuelas bilingües en la capital estadounidense en donde mayor parte de sus estudiantes
son de origen latinoamericano, han reportado problemas psicológicos en los
niños, que son afectados, al no comprender el odio que vierte el mandatario de
la Casa Blanca contra los infantes.
Explícitamente
se desconoce la realidad que viven los infantes que están encarcelados en el
sur de los Estados Unidos (cárcel de bebes), sin embargo, aún existen menores
no acompañados y mujeres que están privados de libertad en las cárceles heladas
conocidas como “hieleras”.
El
fortalecimiento de las políticas anti migratorias, en un país cuya naciente fue
cimentado en la migración, es una prueba del resquebrajamiento social y democrático
que agoniza, frente a la relajada visión de gran parte de sus habitantes.